Butch: “¿Estás bien?”
Marcellus Wallace: “No estoy bien. Estoy a mil jodidas millas de estar bien”
Butch: “¿Y ahora qué?”
Marcellus Wallace: “¿Y ahora qué?. Voy a decirte lo que pasará…“
Pulp Fiction, 1994
Hoy se ha constituido la Asamblea de Madrid, donde los diputados y diputadas de las diferentes formaciones políticas, tras las elecciones del pasado 28 de mayo, han podido jurar o prometer su cargo y han quedado igualmente constituidos los diferentes órganos del parlamento regional madrileño.
Pero hoy no había nada que celebrar, sobre todo para los votantes de izquierda. El rodillo que nos ha pasado el Partido Popular de Isabel Díaz Ayuso (los que vivimos en Madrid ciudad, lo hemos sufrido doblemente con Martínez Almeida) debería haber obligado a los responsables de comunicación de las formaciones que hoy empiezan a ser oposición, a dar una única orden: “aquí nadie celebra nada, aquí, hoy, empezamos a trabajar con fuerza en desbancar a la derecha del poder, a recuperar derechos, a mejorar la vida de la gente”.
Y punto.
Y las fotos sonriendo mientras compartes asiento con tu equipo (todos tuiteando de fondo lo mismo, además), te las guardas, y se las mandas a tu padre, a tu chica, a tu compañero de colegio, a tu amiga, a quien quieras, porque estás orgulloso, orgullosa, de ser Diputado en la Asamblea, Diputada en el Parlamento de tu Comunidad Autónoma. Pero no te muestras feliz por haber sufrido una derrota casi humillante, cuando esperabas mucho más. Muchísimo más. Nos hemos quedado a años luz de ganar y, por eso, por perder de esa manera, no tenemos nada que celebrar.
Y tampoco es que tengamos que estar enfadados. No, para nada. Asumimos la derrota (sí, la derrota), y trabajamos, desde el minuto uno, para saber qué ha pasado. Por qué nuestro proyecto no ha funcionado, no ha calado en la ciudadanía. Por qué nuestro candidato no ha conectado; por qué nuestra candidata no ha movilizado a miles de personas que piensan como ella. Y nos ponemos a currar desde ya. Que para eso nos han elegido. Que por eso nos pagan.
Y con semblante serio, preocupado (no enfadados) nos soltamos, y trabajamos el mensaje, la comunicación, lo que nos falló en campaña, como ha hecho Mónica García (la única de las pocas personas que hoy se han salvado), que lo ha dicho bien claro en cuanto ha cogido un micrófono: “antes de empezar la legislatura, la señora Díaz Ayuso ya nos ha subido el transporte público y el comedor escolar”. Eso es. Nada de unicornios y arcoiris. La imagen que han dado muchos diputados y muchas diputadas, con perdón, ha sido de auténtica vergüenza. Sonriendo. Celebrando. Como si hubiera algo que celebrar. Como si la ciudadanía polaca hubiera hecho fotos con el ejército nazi detrás desfilando por las calles de Varsovia en septiembre de 1939.
El 29 de mayo empezamos a perder derechos. Quienes nos gobiernan no tardaron ni un día en anunciar recortes, subidas, retrasos en obras públicas, falta de miles de plazas públicas en las escuelas infantiles. Ni celebraron su victoria arrolladora (hoy mismo han cerrado el gobierno valenciano con VOX). Se pusieron a trabajar su agenda. A aplicar su proyecto político e ideológico, aprovechando, además, la ventaja que tenían cuando “la audiencia” se “entretenía” en las batallas internas de la izquierda para “sumar” nombres en las listas electorales de las elecciones generales del próximo julio.
La derecha nos mea en la cara. Y la izquierda acuchillándose o publicando arcoiris y unicornios en las redes sociales, sin pensar que mucha gente, en el metro, en las calles, en sus casas, delante de un dispositivo móvil, ven a gente riéndose, mientras a sus padres les cuesta meter alimentos en la cesta de la compra, asumir el pago del alquiler o recargar el abono transporte de los cuatro hijos menores. Y ni cito el estado en el que han dejado (y seguirán dejando) los servicios públicos de la educación o la sanidad.
Por favor, meteros ya en faena. Sacadnos de este pozo. Devolvednos la ilusión. Salvadnos de cuatro años de auténtica desolación. Trabajad y dejaros de gilipolleces.
Recuperad la puta cordura.